
Ya han pasado 7 años de aquellos susurros, Karina no cambiará, sigue adoleciendo de los fantasmas de la muerte, de sus brazos marcados por tijeras; necesita soledad, emborracharse y reír como loca, quizá también necesita susurros, canciones, viajes incendiarios en el auto; sin embargo, ahora tiene una hija, y lo que debe hacer es cantarle a Camila... susurrarle: Sola, en el invierno azul la muerte rompió el velo/ sola, que me quedé sin luz sin vida y sin consuelo / sola, desheredada y sin dinero / sola, como una estrella que cae del cielo / sola, frente a un abismo que habita el miedo.../ Aunque, conociendo algo a Karina, es verdad que como ella lo dice, un día puede caer en el psiquiátrico, y si, la visitaría y le cantaría: Qué pena / que se acabara / qué pena / por la manera / qué pena / que pase el tiempo / y me siga dando pena / . Es una de esas promesas que significan todo un “tren de relaciones”; sería duro verla en un rincón acurrucada, como una niña temerosa, perdida, pero si susurrarle, todo eso que “aprendió conmigo”, ayuda al menos para calmar cierto dolor, lo haría, no como un compromiso, sino por el recuerdo de efímeros momentos.
A Ayesha no le canté nunca, le susurraba poemas que recordaba, y de cierta manera la música nos conectaba, nos hacía estar juntos, beber plácidamente en cualquier lugar por más feo o improvisado que fuese. Desgraciadamente eso no nos salvó, no hubo canción, simplemente: / se nos rompió el amor / de tanto usarlo… /
Han pasado en canal 11 una vez más “Fallen Angels”, la he visto 15 o más veces, y siempre espero la escena del jukebox, es así como creo se van formando los “soundtracks de los largos trenes de relaciones, canción tras canción intentando comunicar algo, aunque al final solo esas letras y sonidos se queden acumuladas si bien nos va, en una memoria a largo plazo, o bien, en cds ripeados y arrumbados en un sucio mueble arrinconado a la pared.
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